La ganadería uruguaya se ha vuelto global en varios sentidos. Productores de diversas nacionalidades producen ganado. La carne se exporta a destinos diversos y se hace conocida en diferentes lugares remotos donde Uruguay antes era un nombre exótico o directamente desconocido. Lo mismo ha sucedido en el segmento industrial donde en el siglo XX hubo una industria nacional que luchaba para pagar sus cuentas con los bancos y en el presente se trabaja con una industria global que tiene protagonistas brasileños, argentinos e ingleses. Pero sobre todo es global porque la carne uruguaya se ha ganado con justicia un lugar de privilegio en el mundo y la comen rusos, europeos y estadounidenses, árabes e israelíes, chinos y brasileños. Y la pagan bien.
Con la compra de frigorífico Carrasco por parte de Minerva, luego de una pausa de varios años se vuelve a la tendencia que empezó con este siglo. La compra de la empresa brasileña coincide con varias tendencias de precios muy incómodas y difíciles de digerir por los productores.
El precio del novillo en Brasil en una suba imparable. En Uruguay los mismos novillos en una baja que parece no tener un final a la vista. El precio de la carne firme en US$ 3.800 por tonelada. El precio que desde 2011 viene premiando a la carne uruguaya. El cuero en valores récord. Es una baja de precios que no tiene una explicación tal que genere en los productores una sensación de solidaridad o al menos comprensión.
No se puede ni comprobar ni impedir en la práctica que la industria coordine precios de compra. Tal vez no lo haga. Pero según los datos de INAC, los márgenes industriales se han disparado. Mientras tanto los productores reciben por el ganado el precio más bajo desde 2010 y ven el futuro con dudas que parecía poco tiempo atrás estaban disipadas.
Habla el novillo tipo
El Instituto Nacional de Carnes (INAC) a lo largo de sucesivas administraciones ha ido construyendo herramientas informativas que son parte fundamental de la competitividad del sector cárnico uruguayo. El más importante de ellos, dijo esta semana el presidente de INAC es el Novillo tipo, el indicador que resta al valor de venta de los componentes de un novillo el precio de compra estimado y calcula así el nivel de margen bruto de la industria por animal faenado. Este indicador se ha disparado desde noviembre.
El “valor agregado” de la industria ha oscilado generalmente en un rango muy inferior al que muestra actualmente. Durante 2007 y comienzos de 2008 se mantuvo en torno a US$ 150 por animal. Entre mayo y julio de 2008 se disparó por encima de US$ 350. Luego se mantuvo en torno a US$ 250 por cabeza. Lo que cabe suponer es el diferencial “promedio”.
En noviembre el diferencial entre venta y compra saltó a US$ 335, y en diciembre lo hizo a US$ 353, se mantuvo en US$ 349 en enero y en febrero esta ganancia bruta estimada se ubicó en US$ 341. A partir de ahí la industria tiene que pagar el resto de los costos.
Aquí tienen los industriales un punto en el que hacerse fuertes en su argumentación. Tanto los costos energéticos como los salariales son en Uruguay los más altos de la región y, si se estima que el pago a productores representa tres cuartas partes de los costos, puede deducirse que las pérdidas de años anteriores fueron importantes.
De todos modos la industria tiene los mayores márgenes desde 2008, por un tiempo más prolongado que aquel año. Y lo principal es que en aquel entonces la disparada del precio internacional de la carne generaba los márgenes de la industria, mientras que en los últimos cinco meses es la baja del precio del novillo y la vaca.
Un campo de estabilidad
Una baja de precios en el ganado de Uruguay no se justifica en base a los precios internacionales. El precio que obtuvo la carne uruguaya desde comienzo de 2011 hasta el presente se ha mantenido entre los US$ 3.500 y los U$$ 4.000 por tonelada y ese precio permitió pagar el novillo gordo entre US$ 3,50 y US$ 4,15 por kilo.
Lo que está sucediendo desde noviembre es un desacople entre los precios de la carne que los frigoríficos venden y los precios de compra de los novillos que no tiene antecedentes cercanos.
Con el dato de una respuesta productiva formidable que el sector ganadero tuvo a partir de 2012, apenas cumplido el Hilton del período 2012/13 la industria comenzó un proceso de ajuste cada vez más agudo que continúa en estos días.
La combinación de baja de precios y reducción de la faena ha implicado una baja del ingreso del sector invernador que mantiene una sucesión de años en el que los márgenes del negocio no son claros. Primero por una gran escasez de terneros y luego porque el buen estado de las pasturas de campo natural lleva a que los criadores demoren las ventas y exijan precios superiores a los dos dólares para comercializar terneros.
Dada la presión que ha puesto la industria, si no fuera por condiciones climáticas muy favorables, la situación de la ganadería habría vuelto ya a una fragilidad que no enfrenta desde el año 2009.
Por el momento, gracias a la generosidad de las lluvias, reina una aparente calma. Pero con un stock vacuno récord y una faena mínima, la ganadería está a pocas semanas de un momento crucial: la llegada de las heladas. La industria se mantiene faenando lo mínimo posible como para cumplir con el Hilton en novillos. Y en las últimas semanas la industria casi ha dejado de comprar vacas como no se sea a precios extremadamente bajos, los menores desde 2010.
Se acentúa una oferta futura de vacas. Que será realmente muy importante en el segundo semestre del año por dos razones: el stock de vacas es récord y la muy baja oferta se arrastra de mucho tiempo atrás, porque con buenas lluvias y buenos precios para los terneros, los productores apostaron todo lo posible a expandir sus rodeos. Ahora cuando tienen que desprenderse de las vacas viejas, la industria no compra.
Uruguay tiene 4,6 millones de vacas, la mayor cantidad de su historia. Y cada año ingresan al rodeo un millón de vaquillonas. Pero mientras faenó 1,3 millones en los 12 meses cerrados a abril de 2010, ha bajado desde ese entonces su faena hasta poco más de 800 mil, que estará faenando en los 12 meses que se cierren a abril de este año.
Antes de que empiece el segundo semestre habrá un inevitable aumento fuerte de la oferta. El precio del ganado gordo parece haber dejado de correlacionarse con la oferta y la demanda, y eso genera un nivel de incertidumbre que hace años no sucedía.
Salvemos a los tres millones
La sustentabilidad de los tres millones de terneros es lo que está en juego. Porque si no hay un cambio veloz en la situación comercial del ganado gordo, operará la lógica de mercado en la reposición. Si las vacas gordas no tienen mercado y el ternero ajusta a la baja siguiendo los dictados del invierno y las señales del ganado gordo, habrán cambios profundos en la lógica de la ganadería.
Bajará fuertemente el precio de las hembras en los remates. Las terneras serán engordadas cuando lleguen a vaquillonas, el refugo de vacas será mayor, y aquel ganadero que pueda arrendar cualquier porción de su tierra para la súper soja, volverá a ceder hectáreas ganaderas. Si se reduce el área ganadera con un stock vacuno récord aumentará el riesgo de un ajuste poblacional y será poco probable que se mantenga una producción de tres millones de terneros.
Todo eso está en juego en el mercado ganadero en estas semanas. Si la industria no le pone un poco de calor a la entrada del invierno, se arriesga a que la producción que será muy importante durante 2015 y 2016 por los nacimientos ya ocurridos, no se sostenga más tarde.
Como en el desenlace de una película de suspenso, mucho se juega en el capítulo que empezará a ocurrir a partir de la primera helada fuerte, que probablemente ocurra dentro de un mes.
Fuente: El Observador