« Volver a sección principal

Se acerca el sol naciente para la ganadería de Uruguay

La apertura del mercado de Japón marca el final de una etapa de recuperación de mercados perdidos por la llegada de la fiebre aftosa en 2001.
La ganadería vacuna uruguaya se aproxima a la conquista del último gran mercado que le queda, tras un largo proceso iniciado en el siglo pasado de diferenciación por calidad. Uruguay ya supo exportar carne al país más exigente de todos, Japón, en la década de 1990 cuando fue libre de fiebre aftosa sin vacunación, aquel status óptimo que fue arrasado por el ingreso de la enfermedad al país en abril de 2001.

Las ventas empezaron en 1998, modestamente. Las 500 toneladas de ese año se multiplicaron casi por 10 para llegar a 4.619 toneladas en 1999 y se encaminaban a superar las 10.000 en el año 2000, cuando en octubre de ese año apareció un caso aislado de fiebre aftosa en Artigas que interrumpió el comercio. Luego vino la epidemia de abril y nunca más se pudo exportar.

Desde ese entonces se vienen recuperando mercados paso a paso y virtualmente el último paso se dará en pocas semanas más cuando Japón abra por primera vez sus góndolas a un país que vacuna contra fiebre aftosa.

 

Un «cisne negro» oportuno

La entrada de Uruguay puede romper una estabilidad que lleva más de un año y que desanima a la mayoría de los productores. El precio de exportación de la carne vacuna ha caído de los US$ 4.000 a los US$ 3.400. El precio del novillo que llegó a estar a US$ 4 por kilo de carcasa está casi permanentemente por debajo de los US$ 3. Y el dólar planchado en $ 28, cuando un año atrás superaba los $ 30.

Como en la agricultura y la lechería, ni el buen tiempo logra levantar el ánimo de los productores en forma consistente. Mientras la semana estuvo dominada por la novedad de la compra de BPU por parte de la japonesa NH Foods, confirmatoria de la inminente apertura del mercado asiático, la faena de vacas la semana pasada fue la más alta desde 2010, confirmando el poco ánimo de los productores.
Pero Japón podría ser un «cisne negro» a favor de la industria alimentaria de Uruguay y tal vez capaz de quebrar el equilibrio de precios.

Empezando por lo más impensable desde lo geopolítico, un escenario de guerra nuclear en Corea del Norte podría tener consecuencias insospechadas sobre el mercado de alimentos. Producir lejos de la eventual contaminación nuclear puede generar una demanda agregada insospechada. Por supuesto en un escenario de guerra es casi inmoral plantearse ese tipo de ventajas y una guerra de estas dimensiones debería ser algo remoto como posibilidad. Pero semana tras semana parece ser un escenario que no puede descartarse.

Más importante que lo anterior por ser algo estructural, los japoneses son cultores de la carne vacuna, tienen un stock ganadero reducido y que va bajando y parece poco probable que vayan a aumentar su producción.

Cuentan con 3,8 millones de vacunos, 100 mil menos que hace dos años. El consumo de carne de los japoneses es de 1,2 millones de toneladas por año. Con una población de 120 millones de personas, cada japonés come en promedio 10 kilos de carne vacuna por año. Las importaciones de carne, luego de algunas oscilaciones, se han estabilizado en unas 750 mil toneladas por año, casi el doble que las exportaciones anuales de Uruguay. Es una estabilidad peculiar. El consumo por habitante crece, pero Japón es de los países cuya población cae en forma importante. Los japoneses tienen muy pocos hijos, cada vez menos, y son muy estrictos a la hora de aceptar inmigrantes en su territorio. Con una población estable, Uruguay tendrá que hacerse un lugar en un mercado que no se moverá demasiado de las cifras actuales.

 

Competidores en la cancha

Los competidores principales de Uruguay serán Australia y EEUU. Los australianos tienen una exportación menguada por la fuerte retención de vientres que limita la faena. Son de todos modos los principales proveedores de Japón, que compra algo más del 50% de la carne importada en ese país. EEUU viene recuperando luego de haber sido suspendido por sus casos de vaca loca y provee casi 40% de la carne importada por Japón. Un tercer proveedor es Nueva Zelanda, con volúmenes menores, al igual que Canadá y México.

El año pasado, Australia colocó en Japón 273 mil toneladas, en tanto EEUU colocó 192 mil y mucho más lejos Nueva Zelanda vendió 16.000, Canadá 13.000 y México 7.000. El precio promedio al que exportaron EEUU y Australia se ubicó sobre los US$ 5.300 por tonelada.

La escasez de la producción local ha llevado a una situación de precios récords para el ternero y a medidas sorprendentes de subsidios a los terneros por parte de la industria lechera.

Un problema estructural que enfrenta la producción es la salida de productores ya entrados en años, cuyas granjas no son continuadas por sus familias. La baja oferta ha levantado los precios. En el caso de los terneros son tan altos que los tamberos nipones no dan abasto y están reteniendo la mayor cantidad de vientres posible. La organización J-Milk, por Japan milk anunció un monto importante de subsidios para comprar ganados de reposición desde el exterior. Y en el caso de Japón los límites entre la producción lechera y de carne es difusa. Buena parte del ganado que se faena es lechero o cruza entre razas lecheras y Wagyu, la raza carnicera local.

La apertura de Japón genera expectativa a distintos niveles. Por un lado es capaz de darle un envión a los precios de exportación. Con el dominio de China el precio promedio que consigue Uruguay se mantiene inamovible, los estímulos para la diferenciación no son en ese mercado muy acentuados y las ventas a Japón pueden sacar al mercado del estancamiento.

De acuerdo a Daniel de Mattos, gerente del frigorífico BPU, adquirido por la empresa nipona NH Foods, la apertura puede significar una alternativa al cupo 481, o un salto en el engorde a corral si el cupo destinado a Europa se mantiene. En efecto, los japoneses comen carne con una alta proporción de grasa infiltrada en la carne –marmoreado–. Eso podría tener impacto sobre la producción local de cereales que suelen destinarse a la producción de carne y lácteos. De todos modos, no es solo carne a grano lo que Japón compra. En 2016 Australia le vendió aproximadamente una mitad de carne producida a grano y otra mitad de carne producida a pasto. En los envíos de carne congelada provienen mayoritariamente de animales engordados a pasturas, y la carne enfriada de carne producida a grano.

Por otra parte, la apertura puede dar un espaldarazo a una raza todavía muy minoritaria en Uruguay como es la Wagyu, que puede tener a partir de la apertura de Japón un desarrollo mayor al que tuvo hasta ahora a través de sus cruzas con razas británicas.

La apertura llega en un momento muy importante, en el que la suma de atraso cambiario y precios bajos tiene a los productores a la defensiva y a la forestación ganando hectáreas.

Es difícil que un solo mercado nuevo sea capaz de cambiar un status quo que no satisface. Pero tratándose de un mercado de gran tamaño y de alto poder adquisitivo, sí puede darle al segundo semestre de este año un tono distinto al que hubo en los últimos tiempos.

 

Reunión clave para Uruguay

En la última semana de mayo se reúne la Organización Mundial de Sanidad Animal y allí puede definirse el ingreso no solo de la carne vacuna de Uruguay a Japón, sino también de la carne ovina con hueso a Estados Unidos.

«Son instancias en las que se aprovecha a conversar personalmente y puede ayudar a cerrar esos temas», dijo este miércoles el director de los Servicios Ganaderos, Eduardo Barre, al programa Tiempo de Cambio.

Barre señaló además que la resolución de la exportación de la carne ovina con hueso es más inminente aún que la de la carne vacuna con destino a Japón.

Esta reunión, que se llevará adelante en París entre el 21 y 26 de mayo, debe servir también para solucionar algunos otros temas, entre ellos algunos vinculados a la exportación en pie.

 

Fuente: Por Blasina y Asociados, especial para El Observador.

 

Huella Software