Por primera vez la travesía se mostró diferente con los crianceros chilenos que acamparon en todos los valles cordilleranos calingastinos. Contaron sobre la dureza de su vida y la necesidad de que la tradición no se pierda.
Precarias pircas, mitad piedra y mitad lona o plástico, manadas de cabras pastando en los imponentes valles cordilleranos, perros cuidando que no se separen, y chilenos arriando el ganado o haciendo queso, mostraron un paisaje diferente al de los cruces anteriores cuando no se los veía porque no estaban habilitados para asentarse del lado argentino.
Este año, la columna de expedicionarios del Cruce Sanmartiniano pasó saludando a los crianceros que miraban con asombro desde sus puestos esparcidos en los altos valles.
Aunque se trata de una actividad que se realiza desde tiempos remotos, algunos registros hablan de 400 años, recién a fines de 2013 se firmó el Acta Acuerdo de Veranadas entre Argentina y Chile. Se reconoció a los valles cordilleranos como libres de fiebre aftosa y se autorizó la entrada de ganado chileno previo trámites de registro y pago de canon a San Juan por cada cabeza de ganado ingresado que para esta temporada fue de 4,5 dólares por cabeza de ganado menor y 20 dólares por ganado mayor. Gran parte de este monto es asumido por el Gobierno de Chile, que subsidia así esta ancestral actividad.
Gracias a esto, en el verano de 2014 por primera vez los crianceros, como se les llama en Chile a los que crían cabras, se asentaron oficialmente en estos valles, pero como ese año no se hizo el Cruce de Los Andes organizado por el Gobierno de San Juan, recién ahora se notó su presencia.
En las veranadas los crianceros se trasladan desde Chile a los valles calingastinos para que los animales pasten y tengan cría. Pero además de buenos pastos, tiene agua y un clima ideal para conservar los quesos más cremosos y exquisitos. Se los considera los últimos trashumantes, ya que desde el 15 de noviembre hasta el 15 de abril, familias enteras se trasladan a vivir en la cordillera sanjuanina porque no tienen pastos en su país. Este año llegaron 56.000 cabezas de ganado y 2.500 chilenos que cambiaron el paisaje solitario de esos altos valles.
Benedicto Muñoz tenía su puesto y pirca muy cerca del refugio Sardina. Allí llegó en noviembre con 230 cabras propias y de otros tres crianceros. Antes de 2014, «veníamos a la mala y teníamos que asentarnos más arriba, donde no nos veían”, confesó.
Eligen lugar para asentarse y deben comunicarlo, junto con un certificado sanitario otorgado por el Servicio Agrícola Ganadero de Chile para la exportación temporal de animales con destino a veranadas. También se incluye un certificado del organismo para los perros que acompañan al arriero y su ganado. Armar el lugar donde van a vivir durante casi medio año les lleva varios días.
Curtido por el clima cambiante de la montaña y parco para responder, Benedicto contó que sus cabras ya empezaron a parir, que se levantan a las 5,30 y lo primero que hacen es ordeñarlas para hacer queso. Elaboran 10 kilos de queso por día que después venden en Chile a comerciantes que pagan 5.000 pesos chilenos el kilo, unos 70 pesos argentinos, según el cambio oficial.
«Este año tenemos buen clima, no pasamos frío”, aseguró. Los animales pastan cerca y los perros son sus principales guardianes, ellos los mantienen en grupo. Cuando la manada se mezcla con la de otro criancero, las reconocen por las marcas. A la tarde, antes de las 19, las cabras vuelven al puesto y a las 22 o 23 sus dueños se acuestan. «Muchos vienen con toda su familia. Es muy dura esta vida”, aseguró con el mismo tono huraño, pero ¿quién podría imaginar vivir en un entorno más maravilloso?
LOS CONTROLES
Daniel Saavedra, jefe del Escuadrón 26 Barreal de Gendarmería Nacional, dijo que según lo informado por Chile ingresaron esta temporada 56.000 cabezas de ganado caprino que sumadas al bovino y equino totalizaron 63.000. Gendarmería controla los puestos y que todos tengan la documentación correspondiente: migratoria, documento de identidad y ficha sanitaria de los animales. «Nos quedamos con una copia de la planilla sanitaria donde figura el titular del ganado, los arrieros que acompañan y discrimina el ganado por especie. La temporada termina el 30 de marzo y al 10 de abril ya no debe quedar nadie en estos valles”, contó Saavedra.
El Valle de los Patos es el que tiene los asentamientos más al Sur de la provincia. Hay puestos con niños desde 2 años y más grandes. «Ellos ingresan por la necesidad económica, por los pastos, las cabras son melliceras y tienen acá sus crías así que se van con el doble o triple de ganado. El 99 % del uso de estos valles lo hacen desde siempre los chilenos, que antes venían clandestinos y se instalaban, pero desde el 2013, que se firmó el acuerdo, es legal la veranada”, explicó el Gendarme.
Los crianceros firman una declaración jurada donde además se comprometen a preservar el medio ambiente y mantener todo como estaba, no pueden depredar otros animales ni dejar residuos.
Los controles de Gendarmería Nacional son de tres tipos: se pueden presentar espontáneamente los crianceros, o bien ser requeridos por patrullas montadas o patrullajes en movilidades en zonas de acceso con caminos. Hay tres bases de control: Patos Norte, Ramada y Patos Sur, que cubre los 174 kilómetros de frontera de Calingasta con Chile. Cada base cuenta con 4 o 6 gendarmes que trabajan 25 días corridos y descansan 5.
«En el 2014, como era el primer año luego de la firma del acuerdo, no se tuvieron en cuenta las anomalías. Este año, lo único que notamos fue que algunos ingresaron antes de tiempo y nos pusieron de excusa que el titular había quedado en Chile terminando los trámites necesarios e ingresaría después de ellos con los papeles”, dijo Saavedra.
Tanto chilenos como argentinos coincidieron en que esta actividad económica debe preservarse como patrimonio cultural de los pueblos.
Más datos
Las veranadas son una tradición muy arraigada en los crianceros particularmente de la región de Coquimbo, algunos registros hablan de 400 años,quienes cada año se preparan para vivir durante cuatro o cinco meses en improvisados campamentos que ellos mismos instalan con el fin de protegerse del viento, la lluvia y las bajas temperaturas. Pese a estos y otros factores como el sol y la altura, nada impide que realicen esta sacrificada travesía, que más allá de estar en su ADN como campesinos, se ha transformado en la fuente de alimentación de su ganado y en la continuidad de esta tradicional actividad que tanto se ha visto dañada por la sequía.(Instituto de Desarrollo Agropecuario de Chile)
«No hay hombre ni persona más valiente que los que van a la cordillera, aquí es una verdad que les voy a contar, tenemos que sufrir mucho para comernos un pan. Se ven hombres de fuerzas agotados para trabajar y como unas cabritas tan pequeñas allá comienzan a caminar”, Cueca del Criancero.
Un día especial
Desde el 2011, la comuna de Illapel festeja en diciembre el Día de la Trashumancia y el Criancero Caprino, con una fiesta popular que apunta a reconocer la labor de las familias crianceras de ganado que desarrollan su vida entre el valle y la Cordillera de Los Andes.
Ese día, el ganado se arrea por el centro de la ciudad y los crianceros son despedidos por miles de personas que les desean buenaventura en lo que será un viaje de hasta 12 días y una estadía de más de 4 meses en la alta montaña.
Publicado el 23 de febrero de 2015 FUENTE: TiempoDeSanJuan