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En Chile cuáles son los temas pendientes que traban la cadena de la carne

No solo la sequía y bajos precios impactan al sector productivo, sino que existen problemas estructurales que afectan a toda la industria desde hace al menos una década. La desconfianza entre los distintos actores y la escasa integración, la falta de información disponible para tomar decisiones y la ineficiencia productiva, sumadas a una visión cortoplacista y a poca innovación completan un escenario poco auspicioso.

Durante los últimos meses, la sequía que ha afectado a la zona sur, donde se concentra la mayor parte de la producción bovina del país, y las consecuentes bajas de precios del ganado en las ferias -especialmente en las categorías de terneros, vaquillas y novillos para engorda- han sacado a la luz los problemas estructurales que enfrenta ese sector en toda la cadena de la carne bovina, más allá de la producción y la coyuntura.

Si bien los precios de este producto a fines de marzo en Chile alcanzaron niveles inferiores a los de otros países del Mercosur (ver infografía) -mercado de referencia para las variaciones de valor-, el nivel de importaciones no ha mostrado una disminución significativa, ya que solo cayeron 4,9% en febrero, según datos de Odepa.

Esto se explicaría porque las principales empresas importadoras, que son las cadenas de supermercados, acumulan existencias de este producto con al menos 30 o 60 días de anticipación, por lo que los vaivenes de precios no afectan sus decisiones de compra. Según fuentes de esa industria, actualmente el 85% de la carne que se comercializa en las grandes cadenas de retail es importada.

Sin embargo, a ese factor puntual se suma como trasfondo que la mayor oferta de animales en las ferias no corresponde a animales terminados, listos para la faena, sino que a vientres para la producción futura y a novillos para engorda.

Además, considernando el mediano plazo, Chile no cuenta con una mayor oferta de carne que permita suplir lo que se requiere traer desde otros países. El problema no es solo a nivel de producción primaria, sino también de las capacidades de la industria procesadora.

A nivel primario, uno de los aspectos que se cuestiona desde hace años es que la masa ganadera no crece. De hecho, el número de animales se ha mantenido estable durante los últimos 25 años, con niveles que no logran superar los cuatro millones de cabezas, aun cuando el consumo per cápita de carne de vacuno en el país pasó, en el mismo período, de 18,7 kilos a 24,4 kilos. Eso ha significado que, actualmente, la mitad de la carne de vacuno que se come en Chile sea importada, principalmente desde Brasil, Paraguay y Argentina, que en conjunto representan el 87% de las internaciones.

Pese al atractivo de los potenciales consumidores nacionales y de la demanda creciente por carne bovina de calidad de los mercados internacionales -donde destaca la reciente aprobación del acceso de este producto chileno a China concretada a fines de enero-, persisten problemas estructurales en el sector que impiden que pueda aprovechar esas situaciones y limitan su desarrollo.

Aspectos como la desconfianza entre los distintos actores de la cadena y su escasa integración, la falta de información disponible para tomar decisiones y la ineficiencia productiva, sumados a una visión cortoplacista y a la baja incorporación de innovación conforman un escenario poco auspicioso para el sector, que no ha mostrado grandes avances durante los últimos diez años.

 

El diagnóstico de los especialistas es duro.

“El sector tiene un problema estructural y arrastra un pesimismo que viene desde comienzos del 2000. Yo diría que no fue capaz de jugar en un mercado abierto. Cuando se abrieron las importaciones dudó y tambaleó… Hubo algunos esfuerzos con las exportaciones, pero estructuralmente no fue capaz”, plantea el académico de la Universidad de Chile Mario Maino, doctor en Economía Agraria, en una visión que recoge la de otros expertos.

 

Desconfianza entre los actores

Varios actores cercanos y partícipes de la industria de la carne describen que el sector es como una selva, donde sobrevive el más fuerte y en el que no hay disposición para sentarse a buscar soluciones o traducir los resultados de las conversaciones y comités en avances concretos.

La desconfianza es una de las principales trabas que impiden formar una entidad que reúna a los distintos eslabones -productores, ferias, plantas faenadoras, distribuidores y comercializadores- y discutir temas como generar ganancias, mejorar la calidad y fomentar las asociaciones de los pequeños productores, entre ellos y con otros actores, ya que a nivel productivo es un rubro muy atomizado.

“Chile tiene pocas ventajas comparativas en relación con los países vecinos, por lo que es muy relevante poder hacer un esfuerzo común, pero por las características propias del sector me queda la sensación de que ni siquiera hay un gran esfuerzo porque se difunda el interés por cohesionarse. Siempre se le echa la culpa a otro, pero faltan decisiones conjuntas”, advierte Maino.

En ese sentido, algunos analistas creen que el Estado debe jugar un rol más proactivo en promover la unidad de la industria, algo que está tomando forma con la Mesa de la Carne, que lidera Odepa.

“Creo que esa es una instancia interesante y soy optimista de los resultados, porque creo que tenemos que aumentar nuestra diferenciación de los productos con marcas y atributos, y para lograr eso la única forma es trabajar en conjunto… Es algo que deja entre la espada y la pared tanto a productores como a las plantas faenadoras”, plantea Rafael Larraín, académico de la Universidad Católica y doctor en nutrición animal.

 

Falta de información
El ciclo de vida del animal tarda alrededor de dos años, hasta que llega a la faena, por lo que las decisiones de crianza -como el mejoramiento genético, apostar por la carne natural o por razas cárnicas, como angus o hereford, entre otras- implican resultados de mediano y largo plazo.

En ese sentido, la falta de información y estadísticas es un factor que juega en contra, ya que los últimos datos públicos relativos a existencias y disgregados por zonas, por ejemplo, son las del Censo Agropecuario de 2007.

El único organismo que entrega periódicamente datos sobre el rubro bovino es Odepa, pero en el sector critican que son cifras sin procesar, que requieren de una revisión especializada para poder obtener análisis de tendencias y proyecciones, algo a lo que la mayoría de los pequeños y medianos productores no tiene acceso.

De hecho, el gerente técnico de la Sociedad Agrícola de Osorno (Sago), José Antonio Alcázar, comenta que en la organización están preparando una propuesta para que Odepa mejore su nivel de información respecto de la carne. “Hay temas como los pesos de la canal y la composición de las faenas que son deficientes”, afirma.

Además, plantea que es necesario conocer públicamente cifras que den cuenta del nivel de eficiencia de las plantas faenadoras, como existe en el caso de los salmones. “Es un área concentrada, con un mercado cautivo y no se sabe si son eficientes, porque no solo los productores tienen que serlo, sino que el resto de la cadena también”, reclama.

 

Ineficiencia productiva

Aunque se reconoce que, desde el punto de vista de la incorporación de tecnología y manejo sanitario, los mataderos se anotan un punto a favor, la visión general de la industria en términos de eficiencia es que está al debe.
“Es un sector que sigue en el Chile de veinte años atrás”, afirma Rafael Larraín, y sugiere que en este aspecto debe entrar a jugar el Estado, a través de programas como el de recuperación de suelos, pero con subsidios más fuertes.

“Los topes de aporte máximos actuales son muy bajos y no sirven para productores grandes, en un tema que en todos los países está apoyado por el Estado… Con un buen programa se puede duplicar la producción de pasto, lo que implica que la de carne aumenta 2,5 veces. Ese es un tema país que puede ser muy atractivo para mejorar la eficiencia en forma significativa”, propone.

Por otro lado, Mario Maino añade que se ha avanzado poco en la incorporación de innovación en aspectos de genética y alimentación, los que también se traducen en mejores resultados, pero reconoce que es un rubro donde las rentabilidades son estrechas. “Es un círculo que cuesta romper, porque debido a eso no hay innovación, pero al mismo tiempo esa es la causa de que no generen una mayor rentabilidad”, explica.

Sin embargo, José Antonio Alcázar defiende a los productores y asegura que, si fueran tan ineficientes, no existirían. Cree que es solo un pequeño porcentaje el que no está haciendo bien las cosas y destaca como un avance la mayor integración que se está dando entre la producción y la faena de la carne, ya que varios frigoríficos están engordando sus propios animales.
Visión cortoplacista

El resultado de la falta de información y la disgregación entre los actores de la cadena es una visión de corto plazo del negocio. Son muchos los productores que se guían solo por los precios semanales que publican las ferias, pero que no estudian las tendencias del sector o la demanda de mediano plazo para tomar sus decisiones.

“Es un rubro que navega muy a la deriva”, plantea Mario Maino, mientras que otros conocedores del sector plantean que la única vía de desarrollo para el largo plazo es la especialización.

Sin embargo, José Antonio Alcázar asegura que los distintos actores juegan a lo que esté bueno en el momento en términos de precios, y reclama que los mismos que a veces llaman a apostar por ciertos tipos de producción o razas después instan a los productores a volver a la carne commodity.

“Esto no es sostenible en el tiempo, pero también se explica porque existe una situación de confort por parte de la industria, porque los ganaderos no tenemos dónde ir a matar animales”, dice, y propone la creación de un proyecto asociativo entre productores, con un matadero manejado por ellos, que esté orientado como un prestador de servicios.

 

Poca integración vertical

El modelo que propone el gerente técnico de Sago es similar al de Colun en la industria de la leche, donde una cooperativa de productores ha podido llegar con éxito directamente hasta el consumidor final.

Si bien son rubros distintos, el ejemplo de Colun es recurrente en el mundo de la carne, aunque reconocen que no es una tarea sencilla.

“Uno quisiera ir hacia una integración vertical o hacia contratos entre productores y plantas faenadoras, pero la mayor parte de los ganaderos vive de esta actividad y si encuentran un precio más alto lo van a tomar a pesar del contrato, porque es relevante para ellos”, explica Rafael Larraín.

En ese sentido, cree que un buen punto de partida puede ser establecer una pauta transparente de precios a los productores, similar al caso de la leche, aunque estima que eso se dará en la medida en que la industria opte por carnes con marca propia o con características de calidad específicas, que les exija contar con proveedores estables en el tiempo.

Un paso por ese camino está dando Carnes Ñuble, que está desarrollando estudios a nivel de empresa para ver cómo fomentar la ganadería, con la idea de presentar algunos proyectos al sector público.

“En Chile no se han desarrollado con fuerza las razas cárnicas y hay muchos animales de doble propósito. Por ahí va el trabajo que queremos desarrollar, pensando en la presentación de Chile para países importadores, como China, Japón y Europa”, explica José Miguel Ramírez, gerente general de Socosur, el brazo comercializador de la empresa.

 

Falta de promoción

A la hora de ganar terreno en el mercado nacional, una tarea clave es la promoción de la carne nacional entre los consumidores, ya que en el sector creen que existe una disposición de ellos por preferir este producto frente a la carne importada.

Pese a la coincidencia de la necesidad y buen resultado que puede dar una campaña de ese tipo, Rafael Larraín advierte que primero se debe analizar a los consumidores y recabar información de sus preferencias, algo que hasta ahora no existe y que recién comenzaron a estudiar en la U. Católica, con un proyecto que durará un año.

“La promoción es una tremenda herramienta, pero necesitamos sentar las bases para desarrollar una estrategia… Saber qué quiere el consumidor, qué aprecia y cuánto más está dispuesto a pagar por ciertas características”, explica.

Además, Mario Maino recalca que se debe asegurar que la industria está preparada para reaccionar a una estrategia de promoción; es decir, que exista abastecimiento suficiente y que se logre demostrar a los comercializadores que la producción nacional es estable y confiable.

El gerente general de la Asociación Chilena de la Carne (Achic), Miguel Ponce, cree que el desarrollo del sector debe ir por ese lado, pero siempre sumado a la especialización. “Siempre van a existir commodities en todos los rubros y el que busca carne barata la va a tener, pero el que quiere darle un valor agregado tiene que especializarse y mostrar sus características”, destaca.

Teniendo en cuenta los distintos problemas que enfrenta esta industria, más allá de los motivos, el diagnóstico general es que está en un momento de replantearse desde sus cimientos.

“El sector tiene un problema estructural y arrastra un pesimismo que viene desde comienzos del 2000. No fue capaz de jugar en un mercado abierto. Cuando se abrieron las importaciones dudó y tambaleó…”.
MARIO MAINO,
ECONOMISTA AGRARIO U. CHILE

” Tenemos que aumentar nuestra diferenciación con marcas y atributos, y para lograr eso la única forma es trabajar en conjunto… Es algo que deja entre la espada y la pared a los productores y las plantas faenadoras”.
RAFAEL LARRAÍN,
DOCTOR EN NUTRICIÓN ANIMAL U. CATÓLICA

” Es necesario conocer cifras públicas que den cuenta del nivel de eficiencia de las plantas faenadoras, como existe con los salmones. Es un área concentrada, con un mercado cautivo, y no se sabe si son eficientes o no”.
JOSÉ ANTONIO ALCÁZAR,
GERENTE TÉCNICO DE SAGO

 

 Publicado el 13 de abril de 2015                                                                      FUENTE: Agromeat