Intensificación ganadera.
En el establecimiento “El Ciento Once”, en Villaguay, Entre Ríos, aprovechan a fondo el rendimiento de los Limangus con buena nutrición y sanidad. La agricultura es clave en la estabilidad de este planteo de alto rendimiento.
En la ganadería de los últimos años, la alimentación se convirtió en el factor transformador de los sistemas productivos. Si a una buena estrategia nutricional se la combina con destacada genética, buen manejo técnico y también sanidad preventiva, aumenta considerablemente el potencial del rendimiento animal.Ajustando permanentemente estos pilares de la ganadería trabajan en el establecimiento “El Ciento Once”, en la localidad de Villa Gobernador Domínguez, en Villaguay, Entre Ríos.
Allí, en un ambiente caracterizado por las ondulaciones y el monte de espinillos y ñandubays, Omar y Federico Galigniana, padre e hijo, respectivamente, son los responsables del manejo técnico de este establecimiento mixto de 2.200 hectáreas con suelos de aptitud agrícola y potreros ganaderos. En la complementariedad e intensificación agroganadera, este campo encontró su mejor equilibrio a lo largo de los años y hoy logran los mejores resultados.
Omar es asesor técnico, especializado en temas ganaderos, y Federico es el médico veterinario del campo. En todo su desarrollo profesional, Omar trabajó vinculado a las razas de origen francés. Aun recuerda cuando el Charoláis, en la década del ’70, marcaba los precios máximos en el Mercado de Liniers. Antes de comenzar los años ’80 y de que se reglamentara la raza en el país, hizo sus primeros cruzamientos de Limangus (cruza de la raza francesa Limousin con la británica Aberdeen Angus).
A principios de los ´90 empezó a trabajar en El Ciento Once, donde ya había animales Limangus. Le cuenta a Clarín Rural, ante la mirada de su hijo y la atención curiosa de un lote de vaquillonas en servicio, que su primer objetivo fue el establecimiento racial. “En los primeros tres años de trabajo, hicimos el cruzamientos de un toro puro Limousin con una hembra pura Aberdeen Angus. Y luego esos hijos híbridos los cruzamos para mantener la media sangre. Ya llevamos unos veinte años con la raza Limangus estabilizada”, señala Omar.
Teniendo en cuenta la calidad genética que tienen con Limangus, el asesor destaca que logran novillitos de 360 kilos y hembras de 320 kilos con elevados rendimientos en carne, sobre todo en los cortes de mayor valor comercial, con grasa adecuada y muy buenos niveles de conversión de alimento.La planificación alimentaria en El Ciento Once, que tiene un rodeo de 2.300 cabezas, es clave.
Por eso, tener asegurado el alimento adecuado para mantener el ciclo de la vaca de cría, la recría de terneros y la terminación es fundamental. Además, de planear el engorde de vacas y toros que se venden como genética de punta. De esta forma, la suplementación estratégica, el engorde a corral y reservas de alimento fueron los factores intensificadores más importantes que adoptaron en este campo.
Este planteo es un ciclo completo ganadero con reposición propia de hembras. Hay 1.000 vacas de cría y 300 vaquillonas. El campo en cada ciclo tiene una necesidad de 200 vaquillonas que están en servicio en este momento, por lo cual las cien restante se venden preñadas en el remate que se hará en agosto. Omar explica que todo lo que sea campo, pastura y monte se destina para la vaca de cría. “De todas formas, cuanto mejor calidad de alimento vaya necesitando una hembra se la destina al recurso adecuado”, aclara el asesor.
En cambio, para el engorde de los terneros se planificaron exclusivamente los encierres de autoconsumo a base de silo de cebada con arveja y de sorgo, un sistema diseñado por el INTA Manfredi (Córdoba). Así, una vez que el ternero se desteta de manera anticipada (cuatro a cinco meses de edad) es parte de un rodeo de 100 cabezas. Cada uno de los rodeos se establece en uno de los ocho corrales que tiene dimensiones ajustadas.
Este patio de comidas les proveerá el alimento para los siguientes nueve a doce meses (una bolsa cada tres meses, aproximadamente). En los comederos de los corrales se les aporta los nutrientes carenciales del ensilado y, al final del engorde, el grano (sorgo o cebada) para terminar el novillito. Cuando se planificó el manejo alimentario en este campo, la agricultura se conectó a la ganadería y nunca más se separaron.
“La agricultura le dio la seguridad alimentaria y previsibilidad a la ganadería”, puntualiza el asesor. De la superficie efectiva, hay 1.100 hectáreas de soja, 800 hectáreas en alquiler y 300 de producción propia, y 240 hectáreas de sorgo granífero blanco, el cual se cosecha como planta entera y para grano. En esta zona, el maíz no es un cultivo seguro. Las 300 hectáreas de soja entran en rotación con una intersiembra cebada y arveja.
El objetivo, manifiesta Omar, “es hacer entre soja y soja, la comida para los animales”. Por eso, detrás de la cosechadora de la soja se siembra raigrás al voleo, “acá crece como un yuyo. Es un verdeo que se instala muy bien. Además en invierno intersembramos cebada cervecera con arveja”. El propósito de la coasociación, detalla Omar, es elevar el contenido proteico del silo mixto y acercarlo lo más posible a los niveles ideales que demanda un ternero en la recría. Esto es muy importante, afirma, ya que cuanto mejor sea la conformación del ternero en la recría más potencialidad tendrá su masa muscular para engrasarse durante la terminación.
Esta alimentación ajustada y la calidad genética de la raza hacen que este planteo sea muy competitivo en el mercado. “Debido a los altos rendimientos de cortes carniceros, el Limangus hoy marca los precios máximos en el Mercado de Liniers. También, los frigoríficos conocen su carne y ya están pagando más ella. Además, debido a que estamos apuntando a terminar animales livianos, que es lo que demanda el mercado interno, cada kilo de carne se vende a buen precio”, afirma el asesor.
La sanidad es otro aspecto importante en este caso productivo. Federico apunta que el campo está libre de tuberculosis y brucelosis oficialmente. “Esto genera tranquilidad para todos los empleados de contraer enfermedades que transmiten los animales”, dice el médico veterinario, y agrega que a partir de este año es una obligación provincial estar libre de estas enfermedades.
A pesar de los buenos índices, en El Ciento Once se plantean desafíos. Uno de ellos es seguir vendiendo la genética de toros y vaquillonas con garantía de preñez. “Esto es una plusvalía genética que estamos aprovechando”, dice Omar. Y, concluye, “el desafío más importante es ser cien por ciento eficiente en cada uno de nuestros manejos, ya sea desde el punto de vista genético, sanitario, nutricional y también optimizando la rentabilidad”.
Publicado el 10 de abril de 2015 FUENTE: Clarín