Así como la siembra directa produjo un cambio que potenció a la agricultura argentina, el forraje conservado es la tecnología que revolucionó a la ganadería. En busca de una mayor eficiencia productiva de carne y leche, en las últimas décadas creció la superficie destinada a henificación y las hectáreas para silaje se multiplicaron por 20.
En los 90, el 80% del silaje de maíz se destinaba a la producción de leche. En los últimos años, la superficie picada para ese fin aumentó y también se extendió para producir carne. Además, la participación del silaje en la dieta se incrementó de un 15 a un 40 % y su uso pasó, de cubrir baches estacionales de forrajes –entre 4 y 6 meses–, a todo el año.
Federico Sánchez, del Proyecto Tecnologías en Forrajes Conservados de Alta Calidad del INTA, expresó que “en la campaña 1993/94, se ensilaron unas 80 mil hectáreas de maíz y sorgo”, mientras que, 20 años después –2013/14–, “se destinaron a silaje más de 1,5 millones de hectáreas (m/ha), con un récord de 1,6 m/ha en la campaña 2011/12”.
En la Argentina, esta revolución forrajera fue acompañada por la adopción del silo bolsa. “En la campaña 1993/94 el 50 % era silo puente y otro 50 %, silo bunker”, comentó. Con el trabajo del INTA, se incursionó en el almacenamiento en bolsa. “Gracias al avance tecnológico que se produjo en el último período en cuanto a embolsadoras, en la actualidad el 70 % del material picado se almacena bajo esa modalidad y el 30 % restante en silo bunker, utilizado mayormente en explotaciones de gran escala, cuando el volumen ensilado supera las 900 toneladas”, explicó.
Para elaborar forraje conservado en el país se aplica alta tecnología y las picadoras autopropulsadas son un ejemplo. En este sentido, Gastón Urrets Zavalía, del INTA Manfredi, afirmó que el parque actual de estas máquinas “es de 856 unidades, con una antigüedad promedio de 7 años”, a las que se suman “400 picadoras de arrastre de dos o tres hileras, que permitieron difundir el silaje”.
La participación del silaje en la dieta se incrementó de un 15 a un 40 % y su uso pasó, de cubrir baches estacionales de forrajes –entre 4 y 6 meses–, a todo el año.
Henos, fuente de proteína
Si bien son el recurso de conservación de forrajes más antiguo y utilizado en la Argentina, históricamente la calidad de los henos fue muy baja por el uso de maquinaria inapropiada, el corte con niveles avanzados de floración, el rastrillado a velocidades superiores a los 7 km/h y con niveles de humedad inferiores al 35%, el deficiente control de malezas y plagas y su almacenamiento a la intemperie.
Según señaló Sánchez, “actualmente el heno de alfalfa, además de ser considerado una fuente de fibra clave, se revalorizó como fuente de proteína de alta calidad al ser incluido como parte de la ración que se prepara y suministra con los acoplado mixer”. Su incorporación a la dieta produjo “que en los últimos cinco años se haya experimentado un incremento en la calidad, a partir de una mejora en los procesos de henificación y la incorporación de nuevas tecnologías”.
Como el 70 % de los nutrientes de la planta está en las hojas, un corte de mala calidad “repercute en una disminución de un 20 % de la cantidad de materia seca cosechada a lo largo del año”, explicó Urrets Zavalía. La mayor conciencia por parte de los productores de este costo determinó que desde el 2010, de las 900.000 ha de alfalfa henificadas, el área cortada con segadoras acondicionadoras se incrementara de un 15 a un 31 %.
El 22 y 23 de abril el INTA Manfredi reunirá a los especialistas en la 6ª Jornada Nacional de Forrajes Conservados.
FUENTE: RevistaChacra