Al cierre del año pasado, el consumo de carne bovina en Chile llegó a un récord de 25 kilos per cápita anuales, con un aumento de 600 gramos respecto de 2013, impulsado por la mayor oferta de carne nacional.
Además de ser una marca histórica, el incremento desplazó a la carne de cerdo al tercer lugar, posicionando a la bovina con el 29% de participación en el mercado de las carnes, donde la más consumida es la de ave.
Si bien la noticia puede tener una lectura positiva, por la mayor demanda de este producto, al analizar de dónde proviene la mayor oferta de carne chilena el panorama deja de ser auspicioso. El alza se explica principalmente por el aumento en las faenas de vacas y vaquillas; es decir, de los vientres para la producción futura, lo que implicaría una caída en la producción para las próximas temporadas.
A este factor se añade la sequía que ha afectado a la zona centro-sur este verano, que ha llevado a los precios de los terneros y animales para engorda a niveles mínimos en diez años en las ferias, por el temor de los productores de no contar con pasto suficiente, lo que afecta sobre todo a los primeros eslabones de la cadena de la carne: crianza y recría de ganado.
Mirando a los mercados internacionales, pese a la reciente apertura de China para las carnes rojas chilenas concretada a fines de enero, los problemas con el funcionamiento del Sistema de Información Pecuaria (Sipec) del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) -que lleva el registro de la trazabilidad de los animales- han mantenido a las exportaciones en niveles mínimos, aun cuando es el nicho que varios actores del sector ven como la única salida para sobrevivir al mal momento actual.
Por otra parte, solo el 50% de la carne de vacuno que se consume en Chile es de origen nacional, por lo que las importaciones -principalmente de países del Mercosur, como Brasil, Paraguay y Argentina- y los precios internacionales juegan un papel determinante en los valores que tiene el producto para el consumidor final. Este aspecto genera molestia en los productores locales, ya que no existe una tipificación de la carne que distinga la calidad de la chilena, que proviene mayormente de animales alimentados en praderas y de razas cárnicas, a diferencia de los productos traídos desde Brasil y Paraguay, que derivan de razas cebuinas.
Esto está generando iniciativas como el diseño de una campaña de promoción del consumo de carne nacional, que se está trabajando en la Mesa de la Carne, instancia público-privada, aunque algunos actores consideran que su impacto sería mínimo ante las problemáticas del sector, al que -aseguran- le falta crear una estrategia que le dé estabilidad a mediano plazo.
Precios deprimidos
Normalmente, el verano es la época de mayor oferta de animales en las ferias ganaderas, ya que los productores liquidan una parte del ganado gordo y el stock que les sobra. Este año, sin embargo, la sequía ha acentuado con fuerza la tendencia ante la falta de praderas para alimentarlos y los precios han decaído más de lo habitual.
La mayor oferta -que principalmente se observa en las categorías de animales para crianza y engorda- y la menor calidad de ese ganado han llevado a los precios a niveles 15% más bajos que los observados en la misma fecha de 2014, cuando ya habían alcanzado el menor nivel en diez años para esas clases.
En los novillos gordos, la baja de precios también se ha sentido, aunque es del orden de 3% a 4%, mientras que los de las vacas gordas han caído 10%, según conocedores del negocio.
“Estamos produciendo en función de eliminar vientres y eso es una mala noticia. El efecto de la sequía es tremendamente importante, porque genera una caída de precios que lleva a los productores a decidir liquidaciones, algo que no es menor cuando el año pasado se registró un nivel de precios del ganado de engorda que fue de los más bajos de la década”, asegura el presidente del holding Feria de Osorno, Harry Jürgensen.
Además, como en Chile se importa alrededor del 50% de la carne, los precios internacionales -en los que el referente es el mercado del Mercosur- también repercuten a nivel nacional. Ahí, el repunte del dólar frente a monedas como el real los ha presionado a la baja. “No es tan simple como decir que los precios están bajos por la sequía. Es así, pero al mismo tiempo los precios del Mercosur también están decaídos”, explica el director de Faenacar, Carlos Alfaro.
Dado este cuadro, el presidente de la Federación Nacional de Productores de Carne (Fedecarne), Christian Arntz, critica que se mantenga el nivel de importaciones con los bajos precios internos, que estarían por debajo de los internacionales. “No se debería traer más carne de afuera a un precio que está más alto, es una inconsistencia del mercado”, dice, pese a que en enero las internaciones bajaron 11,9% respecto del mismo mes de 2014, según Odepa.
Envíos mínimos
En los últimos 25 años, el volumen de masa ganadera chilena se ha mantenido estable, en niveles que no logran superar los cuatro millones de cabezas, lo que refleja el estancamiento del sector a pesar de las condiciones naturales que tiene Chile para producir carne premium, alimentada en base a pasto.
En ese sentido, los distintos actores coinciden en que la inestabilidad de los precios y los problemas del Sipec -que tuvo como consecuencia el cierre de los envíos a Europa y ha significado una reducción drástica del número de productores habilitados para exportar- son elementos que explican, en parte, el mínimo crecimiento del rubro.
Los productores critican que no exista una estrategia conjunta para impulsar el desarrollo bovino, como ha ocurrido en Uruguay, que tiene el Instituto Nacional de la Carne (Inac), y en Paraguay. De hecho, este último país tenía hace dos décadas niveles de masa ganadera similares a los de Chile, y actualmente se ubica como el octavo mayor productor mundial de carne.
“Falta un empuje más decidido para consolidar los mercados internacionales y enfocarnos en los nichos de mayor valor. Tenemos una estacionalidad que se debe subsanar y aprovechar los atributos de la carne nacional, que son reconocidos en el mundo”, propone Christian Arntz.
Por otro lado, los costos de producción son mayores que en otros países de la región, que poseen condiciones naturales óptimas para producir más barato. “Con los costos que tenemos en Chile de mano de obra, fertilizantes, energía y restricciones laborales, desde el punto de vista de la competitividad frente a los grandes países productores estamos en desmedro, porque todos estos factores son transversales tanto para el productor como para la industria”, precisa el director ejecutivo de la Sociedad Agrícola y Ganadera de Osorno (Sago), José Antonio Alcázar.
Sin embargo, algunos plantean que más allá de estos obstáculos productivos y de organización sectorial, el estancamiento bovino radica en que Chile es un país de orientación lechera, por lo que ese rubro siempre será prioritario, especialmente en las praderas del sur.
“Somos un país con razas lecheras de doble propósito y muy pocas razas de carne. Vamos a seguir siendo un país lechero e importador de carne por siempre”, asegura el gerente general de la Asociación Chilena de la Carne (Achic), Miguel Ponce.
Envíos mínimos
En los últimos cinco años, la ganadería nacional ha tenido un fuerte retroceso en materia exportadora, especialmente entre 2010 y 2013, cuando los envíos disminuyeron desde 4.921 toneladas a 1.769 toneladas, lo que recién tuvo un leve repunte el año pasado, al sumar 2.012 toneladas en envíos.
Si bien los problemas con el sistema de registro de la trazabilidad animal del SAG han sido el mayor dolor de cabeza, no es el único limitante para el sector, que plantea como uno de sus desafíos prioritarios el abrir nuevas oportunidades en los mercados internacionales.
Tal como los lecheros partieron a fines de 2014 con los envíos de vaquillas vivas a China, la opción de enviar novillos en pie a países como Turquía, Egipto, Rusia e Indonesia es muy atractiva, tanto por los precios que se podrían obtener -que se estiman en 50% más altos que los de las ferias locales- como por la posibilidad de desatorar la sobreoferta local.
“Si pudiéramos tener acceso al mercado del ganado en pie podríamos estabilizar la ganadería nacional a un nivel de rentabilidad atractivo, pero no están hechas las aperturas sanitarias”, explica Harry Jürgensen, quien lo ve como un incentivo a la crianza de animales para carne que hoy no existe.
En cuanto a mejorar el Sipec para impulsar la llegada a los mercados que ya están abiertos, Carlos Alfaro, de Faenacar, lo ve como una tarea urgente: “La única fórmula para agregar valor a los animales es teniendo un sistema de trazabilidad a prueba de cualquier cosa. Si tuviéramos ese sistema, donde pudiéramos objetivamente indicarle a un europeo que el producto cumple con las exigencias sanitarias podríamos vender muchísimo y ampliar la cuota actual, además de abrir cuotas en otros mercados. Así el negocio sería sumamente interesante”.
Frente a esto, el jefe de la Unidad de Trazabilidad Animal del SAG, José Ignacio Gómez, asegura que están realizando un trabajo de levantamiento de procesos para comenzar a desarrollar un Sipec 2.0 a partir del segundo semestre de este año, el que vería la luz a mediados de 2016 en etapa de prueba.
La urgencia de una solución se debe a que tener un sistema de trazabilidad eficiente no es vital solo para los europeos, sino que también para llegar a China, un mercado que se abrió en enero y con el cual Chile se comprometió a presentar la trazabilidad de la carne desde el nacimiento del animal, algo que todos los actores ven como innecesario, ya que los asiáticos no lo exigen a otros importadores.
“Al igual que con Europa, ofrecimos más de lo que podemos dar sin que fuera necesario, algo que a nuestro entender fue un error en la negociación. Por eso, en conjunto con Faenacar enviamos una carta al ministerio para pedir una homologación de los requisitos”, advierte el presidente de Fedecarne, Christian Arntz.
Falta de promoción
Una de las opciones que ha surgido en la Mesa de la Carne es diseñar una campaña de promoción del consumo del producto nacional, en la que se den a conocer las ventajas que tiene en términos nutricionales frente a las importadas, debido al desconocimiento que -aseguran- tiene la mayor parte de la población.
Es un elemento que los productores consideran clave para que los chilenos estén dispuestos a pagar más por ella, ya que la tipificación actual no hace distinciones entre las razas cárnicas (bos taurus), como la nacional, y la de origen cebuino (bos indicus), con distintas características nutricionales y organolépticas.
“Si la gente conoce los beneficios de consumir una carne que ha sido criada a pasto y con una serie de ventajas en bienestar animal, puede que estén dispuestos a pagar más porque están obteniendo calidad nutricional y una mejor calidad de vida”, asegura Christian Arntz.
Sin embargo, algunos plantean que lanzar una campaña de promoción no es prioritario frente a los recursos que se necesitan para enfrentar las otras problemáticas del sector, y dudan de su impacto.
“Siempre es interesante tener un programa en el que se puedan mostrar las bondades del producto nacional, pero si me preguntas cuál es la ventaja de tener un programa de esta naturaleza, tengo mis dudas, porque vamos a depender de la producción de carne y hay que poner un montón de plata arriba de la mesa”, advierte Carlos Alfaro, en una crítica que repiten otros actores de la cadena, quienes quieren poner el foco en asegurar el abastecimiento de carne para todo el año y romper con la estacionalidad.
Más allá de la necesidad de una campaña, las proyecciones de mediano plazo buscan dilucidar cómo impulsar un desarrollo ganadero sostenible, algo que se ve complicado.
De hecho, Harry Jürgensen, quien preside el holding Feria de Osorno y lleva 50 años trabajando en el rubro, asegura que nunca lo había visto tan decaído. “No hay un estancamiento, sino que un retroceso”, asegura.
Por eso, plantea que la única alternativa para repuntar es unir los esfuerzos del sector público y los del privado, integrando a todos los actores de la cadena. Es algo que han intentado concretar en la Corporación de la Carne, instancia que preside y que reúne a productores, ferias, faenadoras, representantes del Inia y de algunas universidades. “Sin embargo, ha sido muy difícil lograr algún avance, por las condiciones económicas con las que estamos trabajando”, reclama Jürgensen
Publicado el 9 de marzo de 2015 FUENTE: Agromeat
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