Ahora tenemos cancha libre para invertir en hacienda pero también en tecnología. Entrarán dineros frescos al sector, y se desarrollarán notablemente los «pools ganaderos», excelentes vehículos de inversión para quien no tiene campo.
Nuestro primer gran desafío es avanzar en el plano institucional para ir dando forma a la cadena. Para ello el acuerdo firmado en 2015 es un buen punto de partida, aunque el camino de armonización de intereses será largo y permanente. Por ello, también será necesario mucho coaching y apoyo desde distintos lugares.
El segundo desafío es combinado: recomponer stock, mejorar el índice de procreo, aumentar la producción de carne por res y volver a producir novillos. Esto los productores lo saben hacer, aunque la producción de forraje deberá convertirse en una prioridad: muchos recursos y energía se han dedicado a la tecnología agrícola y bastante menos a la ganadera.
El tercer desafío es el más fuerte y abarca a toda la cadena: entender «la calidad de la carne». Desde la industria/exportación, deberán reconocer un premio a la calidad como lo hacen en los Estados Unidos (en muchos casos son las mismas empresas). La calidad deberá estar traccionada con precio desde la demanda. Este es el punto de partida: solo así se podrá remunerar la inversión en genética y forraje.
El ganadero deberá estudiar qué lineas genéticas le permitirán, considerando su situación forrajera y dentro de un adecuado balance , aumentar el peso de la carcasa, mejorar el ojo de bife y el marmoleado, sin descuidar los atributos maternos, la corrección funcional (aplomos, pezuñas, desplazamiento) y el peso de la vaca adulta.
Naturalmente hay una serie adicional de atributos que se deben considerar como la eficiencia de conversión, la ganancia diaria de peso, el peso al nacer, al destete y final, por mencionar los más importantes. Sería de gran utilidad poder tener más índices que, como en los Estados Unidos facilitan y simplifican la comprensión de estas herramientas. Además es clave entender que no conviene buscar individuos con mediciones extremas ya que suelen darse a expensas de otras. Siempre es mejor privilegiar dep /ebv balanceados y que mejor se adapten al programa genético de cada ganadero. Algo así como una hoja de ruta a medida para producir más y mejor carne. Naturalmente, para distintos tipos de hacienda y distintos ambientes productivos, habrá diferentes programas genéticos.
Ha llegado la hora de la genética, y con ella, la genómica. Ya hay en el mercado mediciones genómicas disponibles que nos permiten entender la progenie de un individuo recién nacido (en base a su adn) con una precisión equivalente a la de tener 14 hijos medidos.
Todas estas consideraciones sobre los DEP se deben enmarcar en una idea desarrollada por el profesor Derrel Peel , de la Universidad de Oklahoma State, cuyo título es «¿Qué deben maximizar los ganaderos?» en la cual se pregunta si será la facilidad de parto o el peso al destete o el peso final y en verdad llega a la conclusión que apuntar con todo a un solo atributo puede ser muy costoso para el resultado de la operación. Recomienda que se debe priorizar el ingreso neto por hectárea, lo cual obliga a tener una visión más amplia de las alternativas y parámetros de producción.
Es el momento de comenzar a estudiar estos temas, empezar a medir masivamente los rodeos, y principalmente, a escala nacional, medir todos los toros que se ofrecen al mercado. Esto es clave para definir estrategias, en combinación con la industria poder ir produciendo distintas calidades para los distintos mercados. Sólo así podremos optimizar el agregado de valor que, ofreciendo una mejor renta al ganadero, ahora sí podremos generar. Empecemos ya, porque todo este esfuerzo llevará años.
Fuente: La Nación
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